La ineptocracia, un término de origen francés que muchos atribuyen al escritor Jean d’Ormesson, se utiliza para describir un sistema de gobierno en el que las personas ineptas, o poco capacitadas, ocupan posiciones de poder y toman decisiones. En este tipo de régimen, la incompetencia y la falta de habilidades son la norma, lo que lleva a una mala gestión y a la implementación de políticas ineficaces. Si llevamos este término a empresas, colectivos o agrupaciones nos referiremos a situaciones en las que personas poco capacitadas ocupan posiciones de liderazgo y toman decisiones que afectan negativamente a la organización. Esta falta de meritocracia donde las posiciones de liderazgo se ocupan por favoritismos o conexiones, puede generar daños importantes que no solo afectan al funcionamiento interno del grupo, sino que también repercuten en su credibilidad y visibilidad ante el exterior. Podríamos considerar que este sistema, tan característico del ámbito político (sin entrar en el debate sobre la situación catastrófica y ampliamente conocida que ha atravesado la Comunidad Valenciana, marcada por una ineptocracia extrema), ha ido permeando otros sectores, como el sanitario. En este contexto, la profesión de la enfermería no ha quedado exenta de sufrir los efectos de esta ineptocracia en ciertos momentos de su historia. Para ilustrar algunos episodios poco afortunados de nuestra historia reciente, basta recordar ciertos planes o protocolos que, aunque en la teoría son prometedores, en la práctica suelen distar mucho de lo esperado. Por ejemplo, los protocolos de la consulta de acogida enfermera en atención primaria. Estos se presentaban como un avance significativo, una mejora para la enfermería, pero en la mayoría de los casos han resultado ser un fracaso debido a su implementación apresurada y descoordinada […].
Una pincelada sobre la Ineptocracia
Ana María Moltó Boluda
Miembro del comité de redacción de Hygia